"No sabes lo que es esperar durante horas una llamada; te entran ganas de estrangularte con el cable", le decía Pepa a un Antonio Banderas tartaja y con pinta de pazguato en "Mujeres al borde de un ataque de nervios". "De lo que te entran ganas es de llenar la bañera de agua, meterte dentro y electrocutarte con el iphone", le diría yo a la Pepa. Bueno, y también le diría que el gazpacho con orfidal me sale cojonudo. Mejor que a ella. Eso sí, una vez intenté quemar una cama kingsize como ella y desde entonces no me crece pelo en la nariz. El caso es que, desde hace un mes, vivo pendiente de un aparato de unos doce centímetros, táctil, que vibra y funciona con batería. Y también vivo pendiente de mi iphone.
Y mientras espero "La Llamada", me entretengo a la antigua, por más iphone que tenga. ¿Cómo? Pues como toda la vida se ha hecho desde que el hombre es hombre, la mujer es mujer y Falete es... gordito: me ha dado por espiar (más) a mis vecinos. Concretamente, a mi vecina Antonina. No la conozco en persona, pero ni falta que me hace. Si me la cruzara en el ascensor sabría que es ella, porque debe de oler más a curry que la túnica de Gandhi.
La tal Antonina sufre un trastorno psicológico complejo que, para abreviar y no meternos en vocablos hipocráticos, podríamos resumir como: "que está loca del coño". Y además, es una loser del quince; una auténtica desgraciada de manual.
Resulta que Antonina tenía un marido, al que tampoco tengo el placer, pero todo se andará. Un día, el marido, por aquello de buscar fuera de casa lo que no le dan dentro –motivo que para mi abuelo estaría más que justificado por ser más básico que el hilo negro– decidió cruzar el rellano, bajar un par de pisos, llamar a las puertas del amor... y le abrió la portera, una chica rellenita, de la Europa del este, y más escasa de cariño que de alimentos. Antonina, que debe ser la Jessica Fletcher de Plaza España, descubrió el pastel en cero coma, y puso al marido de patitas en el portal, el portal del amor.
Desde aquel día, mañana tras mañana, los vecinos de Leganitos18 asistimos a una pelea de gatas de máximo nivel, con todos los ingredientes del terrorismo psicológico que sólo son capaces de perpetrar las harpías de categoría superior, como Antonina, Ángela Channing o Curry Valenzuela. A saber; uno: insultos escritos en el portal, de elaborado y prosáico nivel sintáctico tipo tertuliana de Tele5 –mi preferido es "Antonina, guarra"–. Dos: cubos de agua con lejía lanzados al patio por Antonina (la guarra) cuando casualmente la portera se encuentra fregándolo. Y tres: cinco kilos de curry en polvo esparcidos en el ascensor cada mañana justo cuando la bendita portera ha acabado de limpiarlo.
Así que, desde que esta guerra viene sucediendo, la portera se ha convertido en la tía más culta y más leída de España, lo que vendría a ser la Punset de las porteras. Me explico: tras el vaciado diario del primer bote de kilo de curry en el ascensor por parte de Antonina –lo cual sucede siempre a las 10:05 de la mañana con puntualidad británica– la portera se enfrasca en la lectura de una novela, ensayo o folleto del gimnasio, (o lo que sea que tenga letras y sentido) mientras sube y baja constantemente, durante dos horas, los seis pisos del bloque sin salir del ascensor. Todo para que Antonina no se deshaga de sus botes de especias, que en verano y en ese ascensor, huelen como las cañerías de un bar de Lavapiés.
Así las cosas, ¿quién quiere un iphone cuando tiene a la versión rumano-cañí de Krystle y Alexis Carrington tirándose especias a la cabeza en su propio ascensor? ¡Yo no! ¡Es más, espero que "la llamada" que no llega desde hace un mes no llegue nunca!, o de lo contrario tendré que seguir esta guerra con corresponsal. Y eso no es nada molón. Es como ver la gala de "Supervivientes" en laSiete... Y además, ¿quién me va a resumir a mí la trama de "Los pilares de la tierra" cada mañana mientras cojo el ascensor?
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